El vino ha ido evolucionando desde la antigüedad como parte de la vida, la cultura y la dieta. Es un símbolo cultural, y su papel ha ido cambiando a lo largo de los años, pasando de ser una importante fuente nutricional a un complemento cultural para la comida y la socialización. El arte de la vinicultura y la producción de vino también ha evolucionado, e incluso la Unesco ha reconocido como Patrimonio de la Humanidad a algunas regiones vinícolas.
Sin embargo, en este largo camino, hay una cosa que se ha mantenido estable y nunca ha cambiado: el vino está asociado a la gastronomía, la historia, la tradición, la región, los productos locales de calidad y la socialización.
Una cultura del vino sostenible
Los hábitos de consumo también han evolucionado con los años, y, hoy en día, los consumidores eligen cada vez más vinos de mayor calidad y disfrutan de ellos como parte de un estilo de vida saludable, sostenible y moderno.
Sin embargo, en contraste con la cultura propia del vino, en muchos países se está experimentando una tendencia hacia el abuso del alcohol, especialmente del llamado «botellón» o consumo de atracón, con importantes repercusiones económicas, sociales, legales y sanitarias.
No obstante, algunos estudios muestran que lo más habitual sigue siendo el consumo moderado, y que solo una minoría bebe de forma irresponsable o en exceso.